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domingo, 3 de julio de 2011

EL TAO DE LA FÍSICA de Fritjof Capra

Libro imprescindible para comprender los paralelismos que se dan entre los últimos descubrimientos de la física cuántica y la mística y filosofía oriental. No los aburriré con mi impresión de lo que este libro aporta, sólo mencionar que su autor es un reconocido físico austriaco, Fritjof Capra (http://es.wikipedia.org/wiki/Fritjof_Capra), autor de otros libros que también intentan propiciar una visión más completa de la realidad ante los nuevos paradigmas que se abren paso para una transformación profunda de la conciencia y de la sociedad, asunto que los biólogos nacionales Francisco Varela (que en paz descanse) y su colega y amigo, Humberto Maturana, vienen aportando con su concepto de la "autopoiesis" y todo lo que a desencadenado tanto en las ciencias naturales como en las sociales, causas y efectos que Capra aborda en El Tao de la Física. 

Seleccioné unos párrafos de la página 124 para que vean de lo que este libro va:

En la "tira de bota" de los hadrones, todas las partículas están dinámicamente compuestas una de otra, de un modo autocongruente, y en ese sentido puede decirse que todas ellas se "contienen" una a otra. En el budismo Mahayana, se aplica un concepto muy similar a la totalidad del universo. Esta red cósmica de cosas y acontecimientos que se interpenetran es ilustrada en el Sutra Avatamsaka con la metáfora de la red de Indra, un vasto entramado de gemas preciosas que cuelgan del palacio del dios Indra. En palabras de Sir Charles Eliot:

En el cielo de Indra, se dice que hay una red de perlas, ordenadas de tal forma, que si miras a una, ves a todas las demás reflejadas en ella. Del mismo modo, cada objeto del mundo no es sólo él mismo, sino que incluye a todos los demás objetos y de hecho es todos los demás. "En cada partícula de polvo, se encuentran presentes Budas innumerables".

La similitud de esta imagen con la "tira de bota" de los hadrones es verdaderamente sorprendente. La metáfora de la red de Indra podría con justicia ser llamada el primer modelo de la "tira de bota", creado por los sabios orientales unos 2.500 años antes de iniciarse la física de las partículas. Los budistas insisten en que el concepto de interpenetración no es com­prensible de manera intelectual, sino que ha de ser experi­mentado por la mente iluminada en el estado de meditación. Así, escribe D. T. Suzuki:

El Buda (en el Gandavyuha) ya no es el que vive en el mundo que se concibe en el espacio y en el tiempo. Su conciencia no es la de una mente ordinaria, que debe ser regulada de acuerdo con los sentidos y la lógica... El Buda del Gandavyuha vive en un mundo espiritual que tiene sus propias reglas.


En la física moderna, la situación es bastante similar. La idea de que cada partícula contiene a todas las demás, es in­concebible en el espacio y el tiempo ordinarios. Describe una realidad que, como la del Buda, tiene sus propias reglas. En el caso de la "tira de bota" de los hadrones, existen las reglas de la teoría cuántica y la teoría de la relatividad, siendo su con­cepto clave el que las fuerzas que mantienen unidas a las partículas son en sí mismas partículas intercambiadas en los canales de cruce. A este concepto se le puede dar un significa­do matemático preciso, pero es casi imposible de visualizar. Es un rasgo relativista de la "tira de bota", y dado que no tene­mos experiencia directa del mundo cuatridimensional espa­ciotemporal, resulta extremadamente difícil imaginar cómo una sola partícula puede contener a todas las demás partículas y al mismo tiempo ser parte de cada una de ellas. Sin embargo, este es exactamente el punto de vista del Mahayana:

Cuando el uno es contrapuesto a todo lo demás, se lo ve como penetrándolo todo y al mismo tiempo, abrazando a todo en sí mismo.


El link para descargar le libro gratis en pdf:


Todas las dudas sobre física y doctrinas orientales están aclaradas por el autor y no presentan mayor problema si se lee con atención y algo de interés.


Hasta la próxima entrada.


domingo, 20 de marzo de 2011

Japón, el orden en el caos

Para aquellos que se interesan por la cultura japonesa debe haber sido especial y trágico a la vez presenciar vía medios masivos el gran terremoto y tsunami en ése país.
Especial, porque se comprueba que lo leído e investigado de esa cultura es cierto. Su estoicismo ante todo, su organización precisa y sin aspavientos, su tenacidad histórica. Todo eso puesto a la más dura prueba.
Trágico, porque al vivir nosotros también en una tierra que se zangolotea a su regalada gana, sabemos lo que es quedar en la más plena inseguridad y el miedo vital que ocasiona. Conocemos lo que los nipones experimentaron, sólo que no reaccionamos igual. Y no me refiero a los saqueos que aquí vivimos y que en la zona de desastre japonés no se dieron ni por asomo. Sé que si tuviéramos acá la larga historia, tradición, desarrollo y equidad social de Japón probablemente no se hubieran producido tampoco.
Reaccionamos diferente porque nuestra estructura social privilegia otras actitudes: el egoísmo, el individualismo egocéntrico y la manía por considerar al otro peor y de menos valor que uno mismo (aunque seamos iguales a los demás). En Japón la actitud espiritual dada por el Budismo Zen y la religión autóctona del Shinto, que reconoce espíritus y deidades en los bosques, montañas, lagos y ríos, ha otorgado a ese pueblo de una consciencia colectiva de unidad con ellos y la tierra en que viven. Sumado a eso la filosofía samurai del Bushido, “el camino del guerrero”, que ya tiene concientizados a todos los japoneses, generación tras generación, de que la muerte es algo aceptable y sin dramas, mientras no se mancille el honor, manteniendo una actitud de heroísmo silencioso y, si llega la hora, el sacrificio por algo superior (sus compatriotas, los valores, etc.), como los 180 voluntarios de Fukushima, dispuestos a morir para que el plutonio y el uranio no se esparzan por el aire de Japón, trabajando en los mismos reactores nucleares siniestrados. Muerte segura, lenta y dolorosa.
Todos tenemos presente la figura del samurai, los contemplativos jardines que hacen como un arte y la virilidad para sobreponerse a la más mortal batalla. Una mezcla excepcional y sublime.
Es verdad que Japón vivió una crisis a principios del siglo XX cuando los samuráis quedaron relegados a la última posición social y el comerciante (que ocupaba la última posición por su interés netamente individual de ganancia) se elevó al primer lugar junto a sus valores o más bien ausencia de ellos. Pero fue necesario para que Japón se transformara en potencia mundial. Quedó claro que los antiguos fundamentos del Bushido no se habían perdido del todo cuando les tocó reconstruirse luego de recibir dos bombas atómicas, una en Hiroshima y la otra en Nagasaki, al final de la Segunda Guerra Mundial. Y así, como esa vez, se recuperarán de nuevo. Como las hormiguitas que les destruyes su hormiguero y al otro día tienen uno nuevo y mejor.
Volverán los ejecutivos japoneses de las grandes empresas a leer el Go Rin No Sho, “El libro de los cinco anillos”, escrito por Miyamoto Musashi (el más grande samurai que jamás existió, nunca vencido y que se retiró al final de su camino guerrero a contemplar y meditar, escribiendo de paso aquel libro), para usar las tácticas de estrategia militar en el comercio internacional y también ser algo más que un ejecutivo, como su cultura se los exige. También reaccionarán ante la crisis radioactiva que ahora padecen perfeccionado sus sistemas, para que nunca más les vuelva a pasar lo mismo. Volverán a tener como emblema la flor del cerezo, que representa la levedad de la existencia. Y sin duda volverán a enseñarnos que el método, la paciencia, la colaboración (antes que la competencia) y la perfección en cada aspecto de la vida, desde la organización social en las catástrofes hasta la preparación de una taza de té, son aspectos claves para vivir de forma integral en este cosmos a ratos tan caótico.        

(Lo que también espero es que la visión shintoísta de la Naturaleza como algo sagrado, se expanda más allá de sus fronteras abandonando la caza de ballenas).

domingo, 6 de marzo de 2011

Piñera y su primer año de “excelencia”

Un amigo me decía que era muy pronto para evaluar el gobierno de Piñera y la excelencia prometida, más encima con el terremoto mediante y cierta inexperiencia (no en vano han pasado cincuenta años desde el penúltimo presidente de derecha elegido democráticamente). Le dije que no, que basta probar una cucharada de la taza del café para saber si está amargo o dulce, y este primer año sirve perfectamente para saber de qué va esa tan mencionada excelencia.
Nos hemos dado cuenta que Piñera es muy predecible. Es uno más de esos innumerables sujetos que tienen metido entre ceja y ceja el demostrar que son exitosos, superiores, trabajadores y “excelentes” mediante la acumulación de bienes y dinero. La diferencia entre Piñera y los otros que son como él o desean serlo, es que Piñera pertenece a la élite, estudió en el colegio Verbo Divino -conocido en el barrio alto solamente como el “colegio”-, luego en la Universidad Católica y después en Harvard. Nada mal. Sin embargo, parece que nunca hubiera estudiado en aquellos lugares tan prestigiosos. Que usted y yo no sepamos que hace años no existe Checoslovaquia, no es un gran problema, pero él se entiende justamente con las personas que son dirigentes o de la República Checa o Eslovaquia, y debe saberlo, o al menos escuchar a quien lo sabe (pero a él no le gusta escuchar más que su opinión). Tampoco será un problema el que nosotros no sepamos que las estrofas cantadas por los curas nazis y alumnos del Verbo Divino son de una gravedad muy seria en Alemania, pero el presidente Piñera, que ha viajado, que tiene roce, lo menos que pudo hacer es haber salido de la caja de acondicionamiento social ABC1 y saber que la élite a la que pertenece es una élite bastante provincial, supersticiosa e ignorantona, bien mediocre si la comparamos con otras élites, y así no habría escrito eso que escribió en Alemania y que a cualquier alemán le hubiera costado la cárcel por hacer propaganda nazi, prohibida por ley en ese país después de la Segunda Guerra Mundial.
Para qué seguir, ejemplos tenemos de sobra de que en temas de cultura general no se maneja. También sus malos ejemplos al borde o rompiendo la ley en sus negocios son conocidos. En conclusión, tenemos a un hombre que no es excelente, pero que la promete. Es difícil dar lo que uno no tiene. Y es que para él la riqueza es un signo de excelencia. Según él, quienes la poseen son humanos excelentísimos, mejores que el resto, sin importar mucho cómo se obtenga esa riqueza. Pero esto no es así, lo sabemos. Lo malo es que Piñera lo cree. No se alcanza a dar cuenta que precisamente por ser como es le será imposible que tenga a su lado a quienes sí son personas de excelencia. Estás personas excelentes no hacen las cosas por plata, prestigio o conseguir sexo, como usted y yo. Ellos lo hacen por puro “simbolismo”, eso que vive en un plano puramente mental o espiritual. Son como los alpinistas, un alpinista de excelencia viaja a los Himalayas para alcanzar la cumbre del Everest no por dinero, estatus o una mejor posición en la empresa, lo hace porque entiende la majestuosidad de la montaña, su imponencia y jerarquía simbólica. Se le otorga valor (no precio) a la acción de escalar esa cumbre. Los valores son ideas-concepto: bueno, malo, justo, lindo, etc. El Estado también es una idea, existe mientras sea pensada, es intangible, así como las leyes son pensamientos en una primera instancia. No se pueden tomar, pesar, medir con una regla, viven en nuestras mentes. Es impresionante la cantidad de cosas que son sólo ideas y parece que tuvieran existencia material.
Y ese es el punto. Piñera le quita al Estado y a las tareas de gobierno toda solemnidad y majestuosidad, vulgarizándolas, des-valorizándolas. Alejando a los verdaderos excelentes, que viven de ese “valor simbólico” que tienen las cosas.
Lo único que le queda a este gobierno es suponer excelencia, conformarse con la ilusión de que hacen las cosas mejor que la Concertación, que también vivó de la ilusión de ser un supuesto gobierno para el pueblo, y que en la práctica resultó ser un gobierno de la élite para la élite y sus camaradas leales a sobresueldos, platas robadas y fiascos como el Transantiago.
En todo caso, no es raro en una sociedad en donde el arribismo parece ser una virtud, que lo único que genera es violencia -poseemos el mayor porcentaje de maltrato infantil de la región-, mucha frustración y cada vez menos consciencia del individuo y su correlación con el mundo. (Valga aclarar que no estoy en contra de la ambición personal, y reconozco que querer ser más y tener más cosas es necesario en los individuos, si no, todo se paralizaría. Pero otra cosa es lo ocurre en Chile, que tiene más que ver con lo que antes se conocía como “Escalamiento Social”, es decir, llegar lo más arriba posible haciendo lo que sea necesario para lograrlo). Además tenemos muchas personas que sólo ven tele y nada, nada más, 8 de cada 10 chilenos de hecho. Se suma a esto la falta real de educación, antes las universidades públicas eran gratuitas, ya es hora de que vuelvan a serlo, quizá con eso recuperen la calidad que hace muchos años perdieron (la UBA, Universidad de Buenos Aires, en Argentina, es gratis, entran todos los que quieren, no existe PSU ni tonteras por el estilo, tienen cursos de nivelación y la exigencia es altísima, no por nada tiene 5 premios Nobel en ciencias; ahora por qué Argentina teniendo ese nivel cultural y educacional pasa por frecuentes periodos de inestabilidad política y social es digno de estudio; quizá la clase dirigente no ha conseguido conquistar a los excelentes, que como sabemos viven de lo simbólico). Creo que todo esto mezclado ha hecho de Chile un país de personas que no saben distinguir entre un mercachifle, un hombre de éxito y un hombre de valor, creyendo que son lo mismo y que por eso tener a Piñera en La Moneda no sería algo malo. Respeto a los que votaron por él y creyeron en la excelencia. No obstante, es hora de recordar que nuestros dirigentes deben ser los mejores de entre nosotros, no simplemente los más exitosos, de lo contrario estaremos esperando mucho más de lo que realmente pueden dar. Que en el caso del actual gobierno creo que es simplemente eficiencia, sin nada de excelencia.
¿Qué nos queda a nosotros de todo esto?, tal vez escuchar  lo que dijo un famoso físico del siglo XX: “No seas un hombre de éxito, sé un hombre de valor”.


Buena semana a todos.


martes, 1 de marzo de 2011

White Swan and Black Swan

Natalie Portman interpretando rol en
película independiente
No saben el gusto que me dio ver a Natalie Portman ganarse el Oscar a la mejor actriz en la reciente premiación que celebró la Academia de Artes Cinematográficas. Ella ha sido mi amor platónico por años, una mujer fantástica, talentosa, bella y, por sobre todo, sencilla.
Está claro que en la película Black Swan Natalie Portman se supera a sí misma y logra su mejor personaje hasta la fecha, la razón: el personaje se apoderó de ella y ella del personaje, fusión perfecta.
Natalie representa a la mujer virginal por excelencia, el arquetipo de la “doncella”, fina, frágil, bella, inteligente, sensible, graciosa, de sensualidad y sexualidad recatadas. Exactamente como es su personaje Nina en la película, una bailarina de ballet clásico, perfeccionista, disciplinada, reprimida, tímida, siendo manipulada y controlada por su madre (que representa las imposiciones familiares sobre la persona). Esta bailarina viene a reemplazar a otra mujer de semejantes características, Beth (Winona Ryder), para interpretar al inocente Cisne Blanco en la obra El lago de los cisnes. Nina es perfecta para ese rol. No obstante, también se requiere que interprete al sensual Cisne Negro. Quiere hacerlo para que no lo haga Lily, una nueva bailarina que llega a la compañía de ballet y que es todo erotismo.
Así, Black Swan muestra cómo Nina se acerca a su lado oscuro, el inconsciente, la “Sombra”, según el arquetipo de Jung. Debiendo traer al exterior sus pulsiones  sexuales y libido más profundo, el animal que el humano arrastra de por vida y que es reprimido por debajo de la conciencia diaria.
En general, los creadores y artistas están en permanente contacto con su inconsciente, y Nina, que sólo ha despertado una parte de su persona, el “lado blanco”, deberá, para completarse como mujer y artista, traer a la superficie su “lado oscuro”, el Cisne Negro. Suele pasar que en un comienzo ese lado más escondido y profundo de nuestro ser quiera imponerse, pero luego de conocerlo y tomar plena consciencia de él, logramos dominarlo y hacerlo jugar a nuestro favor, de esta forma nuestro lado oscuro ya no puede actuar a través de nosotros sin que nos percatemos, la ceguera se acaba y somos más libres y más completos.
Natalie Portman logra despertar su lado más “salvaje”, por decirlo así, desarrollando plenamente su ímpetu sexual, dejando de lado su inocencia recatada a través del personaje de Nina y el Cisne Negro. Así, no es coincidencia que de esta película saliera embarazada, por primera vez, de uno de sus compañeros de equipo (un tipo con mucha suerte), precisamente ella, que no es famosa por sus romances. Como dije, fusión perfecta de persona-personaje.
Pero esta enorme energía que se halla en nuestro inconsciente, y que tiene que ver con lo sexual, no se reprime ni se canaliza en determinadas funciones, sino que en el caso de los artistas se "sublima", es decir, se transforma en algo superior. Algo parecido hacen los monjes budistas y taoístas, que por medio de la meditación logran sublimar esta energía que se trae a la luz conscientemente, dominándola y no dejando que nos domine. Siempre he creído que si el catolicismo hubiera aprendido a sublimar la libido en vez de reprimirla, habría sido mucho más apegado a la sabiduría del Nazareno.
En fin, esta es la lectura que saqué de Black Swan, quizá ni el mismo director de la película, Darren Aronofsky, esté muy enterado de los distintos niveles de apreciación de su obra y que además, queriéndolo o no, dio vida en forma de arte a una de las frases de C. G. Jung al respecto: “No se alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz, sino haciendo consciente la oscuridad”.

domingo, 27 de febrero de 2011

27-F y Zorba el Griego

Quería escribir sobre el terremoto de hace un año, pero sentí que era saturar con lo del 27-F, y sin tener ninguna observación nueva que hacer al respecto. Más de lo mismo.
No obstante, hoy volví a ver un clásico del cine, Zorba el Griego, y algo apareció entre los escombros de mis recuerdos del pasado terremoto, no la destrucción, ni los problemas y fraudes de la reconstrucción, muy importantes por cierto, sólo que a mí, lo que del terremoto me quedó, fueron las imágenes de los saqueos y posterior histeria ciudadana de potenciales saqueos. La muchedumbre aprovechándose del caos. No todos fueron viles y despreciables bandidos, porque se comprende a los que creyeron que se les venía el fin del mundo encima y trataron de abastecerse de alimentos y artículos primarios. Pero esos otros, que se llevaron cantidades nada despreciables de televisores de plasma, lavadoras, equipos de sonido y hasta uno que se quiso hacer de un montacarga, me parecieron idénticos a la oscura muchedumbre de Zorba el Griego. Sobre todo en esa escena en donde todavía no se muere la vieja francesa “esposa” de Zorba y ya están los del pueblo intentando desvalijar la casa de la pobre mujer. Personas que en su cotidianidad doméstica son tranquilos pobladores, pero que unidos son peor que las langostas, entreviendo la oportunidad de cagarse a uno de los suyos.

Pero qué hay de los que no se unen a la muchedumbre, por de pronto Zorba el Griego, que es un vividor, libertino, vital, un apasionado por la vida, que saca sus conocimientos de sus experiencias, “hombre dionisíaco”, como diría Nietzsche. Y su jefe, Basil, un tipo ordenado, reflexivo, tímido, pudoroso, siempre metido en sus libros, que saca sus conocimientos de lo que lee y observa, un “hombre apolíneo”, opuesto a la personalidad dionisíaca (siguiendo la tradición de esta antigua dualidad). Ambos hombres son muy diferentes, pero comparten una cosa: no son hombres sociables, más bien son solitarios, independientes, que nunca se unen a la muchedumbre sanguinaria, como cuando matan a la mujer que estuvo con Basil, y en pleno velorio.
Estos dos hombres con todos sus defectos y virtudes, diferencias y conflictos, tienen un enemigo en común: la multitud, los demás, inmunizándose con esto de la irracionalidad del pueblo.

No sé si los hombres y mujeres que no participaron de los saqueos para el 27-F eran dionisíacos o apolíneos, o si estaban muy asustados para salir y unirse a la turba. Lo que sí sé, es que dejarse llevar en demasía por la sociedad, por sus intereses, objetivos y convenciones, nos transforma tarde o temprano en bestias que pierden control de sí mismos, haciéndonos perder dignidad y humanidad, casi siempre cuando estas más deben brillar, que es en los momentos de crisis.

viernes, 25 de febrero de 2011

Festival de Viña y Cultura (escrito a la rápida pero se entiende)

En la reciente actuación de Calle 13 en el Festival de Viña del Mar su vocalista pedía “más cultura”, y de hecho la entregaron en su lírica de crítica social, diversidad musical e invitando a verdaderos artistas nacionales a interpretar con ellos (Inti Illimani Histórico y Camila Moreno). Sting y la orquesta sinfónica de Chile en este mismo Festival también dieron clases de cómo hacer del arte objeto de mayor atención y por lo tanto de expansión del alma (que es el “debe ser” del arte).
Entonces la cultura  –y cuando digo cultura no me refiero a las batucadas callejeras que tiraba el gobierno de la Concertación a los pobres– sería como el mar, algunos vacacionan en él y se entretienen, es un respiro a su vida, pero de ahí no sacan nada salvo un bronceado que a las dos semanas desaparece. Pero para otros ese mar es su vida, cual marineros o pescadores, y así también pueden morir tragados por las olas. Sólo así se explica el compromiso a muerte –a veces por excesos– de los creadores.
En definitiva, la cultura, cuando es de verdad, es asunto de unos pocos. Se debe renunciar a cosas que no siempre en sociedad es legitimo renunciar para que la cultura se manifieste con intensidad. Pero en esto, como en todo, opera el “quid pro quo”, o sea, una cosa por otra, y aquel país que no está dispuesto a sacrificar algo para obtener desarrollo cultural (que no es lo mismo que crecimiento económico) deberá aceptar que sus ciudadanos prefieran batucadas sin ton ni son y humoristas de baja calaña antes que la cultura real, esa que provoca un temblor de la conciencia y su posterior germinación en la forma de conocimiento, respeto, sensibilidad, pensamiento crítico e identidad.
Más adelante abordaremos este tema con más profundidad y sin extendernos demasiado, que twitter tiene malacostumbrado a algunos. Lo digo en buena.

Buenas madrugadas a todos.

jueves, 24 de febrero de 2011

Posteo a Emol




La ciencia y la religión no operan en ámbitos separados e iguales, ¡ojala fuera así! La ciencia es la superación de la superstición y la religión el intento de mantenerla, porque ella misma es superstición, intentando a través del tiempo entorpecer el trabajo de la ciencia, hasta el día de hoy.
Los hombres de ciencia suelen ser más morales, tolerantes y evolucionados que el humano religioso promedio. Además, los griegos sabían que sus dioses y mitos eran fantasías funcionales al poder, y que cualquier pensador que quiera serlo en serio debía distanciarse de los condicionamientos y creencias sociales de su tiempo y espacio. Lo extraño es que en este tiempo, dos mil años después, muchos sigan creyendo que la biblia es palabra de dios, que Yahvé, Alá, Jehová es un dios diferente a Zeus u Odín -de hecho ese “dios único” es tan sanguinario y "humano" como esos dioses de panteones politeístas- y que sea gente con acceso a educación, viajes, ¿libros? Y poder quien más se aferre a esos mitos; quizá el mantenimiento del poder y sus privilegios sea la explicación más obvia. Por último, se puede creer profundamente en un principio divino, y ser consecuente con ello, pero ser fiel a iglesias, obispos y dogmas refritos del folclor judío sazonado a la fuerza con algo de neoplatonismo y aristotelismo, es demasiado parecido a la estupidez y credulidad infantil...
Si no me cree, pregúntele a los fieles de El Bosque.

(No me opongo a la creencia de Dios, ni a su existencia, sólo a la creencia de que ese creador universal sea el que aparece en el viejo testamento, el nuevo testamento o el corán, en fin, un dios arcaico de tribus del desierto).